miércoles, 21 de noviembre de 2012

LA ESCALERA EVOLUTIVA DE LA CONCIENCIA




Perseguimos la razón,  los placeres mundanos, seguimos a un Dios y sus libros; todo a la vez, o quizás, solo en parte. Nos dejamos llevar por nuestra corriente de pensamiento, convencidos o dudosos; planteándonos  si eso que hemos erigido como guía de nuestra vida es el camino, el sentido, la felicidad.
Desde que nuestra especie llegó a este planeta ha superado diferentes etapas en su desarrollo; marcando estas los hechos históricos y culturales. Así, de igual manera que cualquiera de nosotros se desarrolla a lo largo de su vida, también lo ha hecho la especie como tal. Ontogénesis y filogénesis se hermanan a modo de una escalera en el que cada peldaño que se alcanza supera en altura al anterior; no recorriéndola todos los pueblos a la misma velocidad, ni llegando todas las personas al mismo nivel de consciencia.
Los primeros hombres, insertos en sociedades arcaicas, concebían su vida como una búsqueda de satisfacciones corporales inmediatas. La supervivencia les guiaba y en eso consistía el existir.
La humanidad avanzó conformando agrupaciones más complejas que las anteriores; pequeña s comunidades en las que sus componentes se identifican  con la tribu. Su mundo estaba dominado por la magia y el animismo: dioses, espíritus, ancestros, etc. Estos últimos eran los responsables de los acontecimientos y a ellos debía dirigirse el hombre;  conformado una extremista visión del mundo en el que todo se divide entre el bien y el mal.
Continuó el cambio con la aparición de los grandes imperios, reinos, señoríos, etc. se pasó, entonces, a rendírsele culto a los héroes; siendo las personas  dominadas o dominantes, comenzando su  identificación  con símbolos y dando la vida por ellos.
La sociedad, después, volvió sus ojos al poder de la razón y el progreso; el mundo pasó a regirse por leyes mecánicas y objetivas. Los valores de igualdad y libertad individual brotaron y se desarrollaron, a la vez que el individualismo exacerbado y el desarrollismo depredador.
Hasta  aquí, la evolución de cada uno de nosotros es similar a la de nuestra especie. Viajando desde el neonato que no tiene consciencia personal y se rige por la satisfacción de las necesidades  básicas, hasta el adolescente capaz de reflexionar sobre el mundo y su propio pensamiento. Desde la preconsciencia a la consciencia personal; de la corporal a la individual, pasando por la emocional y la social.
Este es el punto en el que quedaron los libros de historia que la mayoría estudiemos. También el lugar en el que marcó la psicología el final del desarrollo psicológico durante mucho tiempo. No es esta la consideración actual y tampoco lo fue nunca para las grandes religiones y corrientes filosóficas y espirituales de oriente y occidente. 
En la actualidad,  es probable que tu mundo y tú sufráis el desencanto con lo científico. El progreso y la razón no te muestran el camino a la felicidad; las guerras, la destrucción, el materialismo desacerbado, la separación de hombre y naturaleza, son un alto precio que ya no puedes soportar. Tampoco tienes Dioses en los que creer, el escepticismo de nuestra época te impide creer que existen autoridades que poseen el conocimiento y verdad absoluta; como resultado, el desasosiego existencial nos domina, te domina.
Aún así, tu consciencia existencial  va adquiriendo el poder de  ir más allá de las establecer relaciones; se amplía formando redes de ellas. Eres capaz de observar la realidad de una manera integradora;  sintetizando, estableciendo relaciones e integrando conceptos.  Percibes la relatividad de la realidad y  buscas el sentido de la vida.
Más allá, es posible que la consciencia de nuestra especie y la de uno mismo supere el nivel personal; algunos ya lo hicieron. Aquí se acepta la realidad tal cual es; se observa como un paciente testigo y se diferencian las ideas y pensamientos como lo que son, parte de  quien observa y no el que observa. La angustia existencial da paso a la observación y comprensión de la realidad; el atisbo de la transcendencia rellena el hueco que el progreso creó.
El final de la escalera culmina en la consciencia unidad, en el logro del objetivo evolutivo. La persona se funde en aquello observado, eliminando fronteras mentales y conceptuales; se instala en la realidad misma.

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