“Hoy es un buen día, me siento bien. Aún recuerdo
este fin de semana, como disfruté; familia, amigos,…” Una llamada, un
comentario y todo se transforma. “No lo soporto, si va el no voy yo, estúpido, no
quiero verlo,...”
Rencor e ira: sentimientos que nos atan a momentos
y personas. Estancamiento de nuestra capacidad de vivir en paz, deseo
enquistado de que algo sea diferente a como es.
“Somos como somos y es mejor olvidarlo. No
pasa nada, a mirar hacia adelante y aprender de los errores. Todos intentamos
hacer las cosas lo mejor posible, pero a
veces nos equivocamos; nadie es perfecto.”
Perdón: recuperación de nuestro poder de
avanzar, de dejar atrás y seguir. Reconocimiento de que las cosas están bien como son, de que no hay
ganador o perdedor, de no haber razón mejor que otra.
“…no sé, es algo me sale de corazón. Lo probé,
sentí su fuerza, me miré a mí mismo y comencé a entender porqué nos cuesta
tanto. A la vez, descubrí que eso mimo era lo que hacía que fuese tan placentero.”
“Ahora, cada vez que me sorprendo invadido
por la rabia y los reproches actúo de la misma manera: me observo, localizo la
parte de mí que soporta el rencor y la escucho. Tras esto, todo surge de manera
natural, a la vez que yo mismo me perdono lo ofrezco o solicito a los demás.”
“Cuando ya no es necesario mantener la ira,
llega la hora de que las máscaras dejen la pelea, decidan si es posible caminar
juntas o por separado y actúen en consecuencia; pero también es el momento de de
que las almas se comprendan, reconozcan la imperfección del hombre y su pura hermandad.”
Perdón: amor profundo que surge más allá de
la razón, baño en el fluir de la vida, celebración de lo que somos. Abrazo de
almas, respeto de personas.