Rupturas de
pareja o matrimonio, pérdida del trabajo o seres queridos,…son situaciones
vitales que, con frecuencia, desembocan
en lo que denominamos una crisis personal: cambio brusco o mutación importante de las circunstancias del
individuo.
Son muchas la
publicaciones y opiniones de expertos que hablan de la oportunidad que suelen
presentar estas; tiempo de reencuentro con uno mismo, comenzar de nuevo,
crecer, etc. Sin duda, para muchas personas esto es así. Para otras, por el contrario, la oportunidad
no parece llegar y todo lo que ocurre es un hundimiento en un estado profundo
de malestar que se agrava a medida que pasa el tiempo.
Tanto unos como
otros sienten un profundo dolor por todo lo perdido; sin embargo, la relación
que establecen entre sentirse mal y luchar por lo que para ellos es importante
difiere notablemente entre ambos.
Los que salen
hacia delante lo hacen con un profundo dolor y multitud de pensamientos que los
invitan a “tirar la toalla”, ante los cuales no sucumben; consciente o
inconscientemente trabajan por conseguir aquello que les conduce por el camino
de su felicidad. No esperan a sentirse bien, actúan sintiéndose mal; no pueden
permitirse dejar de hacer aquello que
necesitan hacer.
Por su parte, aquellos que se hunden se centran en la nociva regla de que, para poder hacer lo que realmente necesitan, deben sentirse bien: eliminar de su vida pensamientos de fracaso, sentimientos de tristeza, nerviosismo, etc. Así, solo cuando piensen y se sientan bien, podrán actuar conforme su existencia se lo requiere.
Por lo dicho,
las crisis pueden ser oportunidad si van
acompañadas de lucha por lo que se necesita, por perseguir lo realmente
esencial en la vida, por ir en la dirección vital que realmente hace a la
persona crecer y desarrollarse. Pero,
para esto son esenciales, tanto el aceptar que el dolor es parte de la vida,
como que las barreras encontradas no sean tan altas que no puedan ser
superadas.
Respecto a esto
último, una vez escuche la expresión irónica: “háblale de oportunidad en las
crisis a un padre, en un país sin recursos, que no tiene nada que dar de comer a
sus hijos”. Por desgracia, existen circunstancias que crean muros imposibles de
saltar sin alguien que ponga una escalera. Por suerte, existen muchas personas
dispuestas a poner estas; eso sí, en algunas sociedades más que en otras.