martes, 11 de agosto de 2015

CUANDO BUSCAR LA SOLUCIÓN ES EL PROBLEMA.

Cualquiera de nosotros, en nuestro día a día, usamos nuestro pensamiento constantemente. Este tiene una indudable utilidad práctica que nos permite desenvolvernos con éxito por medio de la resolución de ingentes problemas que se presentan en nuestras vidas: desde minúsculos dilemas como qué pantalón ponerte o qué tomar junto al café de la mañana, hasta otros mucho más trascendentes como escoger pareja o profesión. El enorme valor de la capacidad de este para mejorar nuestras vidas nos hace “estar enamorados de esta capacidad”; podría decirse que disfrutamos resolviendo cualquier problema y buscamos hacerlo continuamente.

Por desgracia, esa gran virtud de nuestro pensamiento puede tornarse en gran defecto cuando se utiliza en un contexto inadecuado. Así, al igual que es habitual el enfrentarnos de manera continua a numerosos problemas, también son normales las situaciones en las que no existe la solución que encontrar o, dicho de otra manera, el dilema a resolver. Es muy común enfrentarnos a cuestiones a las que “por muchas vueltas que les demos” no nos será posible encontrar nada que nos permita solventar la inquietud que nos crean: por ejemplo, cuando nos castigamos por aquello que hicimos tan mal o nos preocupamos por la desgracia que nos podrá pasar. Momentos en los que nuestra predisposición es a usar el pensamiento en la manera que más nos gusta, como herramienta de solución de problemas; logrando todo lo contario, enrocarnos en un viaje interminable que, en lugar de encontrar puntos de destino, solamente genera un camino cada vez más tortuoso e interminable.

Como dice esta famosa frase hecha, “al Cesar lo que es del Cesar”: cuando se ha de resolver algo, buscar la solución nos ayudará, cuando esto no es así, no buscar es la solución. 

martes, 30 de junio de 2015

FLEXIBILIDAD PSICOLÓGICA.

Una de las principales características de las terapias psicológicas conocidas como contextuales o de tercera generación es su diferencia, respecto a las anteriores, en los objetivos terapéuticos perseguidos. Así, mientras que la psicología cognitivo-conductual y la mayor parte de las escuelas psicoterapéuticas centran su trabajo en eliminar aquello que tiene mal la persona, acabar con los síntomas, estas se centran en cambiar la relación del paciente con estos.

Entre esta familia de terapias, la Terapia De Aceptación Y Compromiso (ACT) se marca un objetivo muy concreto; aumentar la flexibilidad psicológica del paciente. Esta, formulada por Hayes, Strosahl y  Wilson  (2014) como un modelo que permite entender la manera en la que el ser humano puede adaptarse a las diferentes circunstancias a las que se enfrenta, ofrece una visión diferente de lo que el psicólogo puede ofrecer al paciente y de lo que este último puede obtener cuando asiste a  terapia: mejorar la capacidad vivir de forma significativa y satisfactoria y no tanto  paliar o suprimir algún malestar existente.

De manera más concreta, el modelo de flexibilidad cognitiva, describe  un conjunto de procesos psicológicos que funcionan como dimensiones; donde, un nivel óptimo de estos conducirá a la buena capacidad de adaptación o flexibilidad y, una baja presencia, rigidez o escasez de esta.  Los procesos implicados son seis, motivo que le ha llevado a ser también conocido como modelo “hexaflex”, exponiéndose muy brevemente a continuación:
  • Defusión o capacidad de observar los pensamientos con distancia, sin actuar ante estos como si fuesen realidades  y, siguiendo a  Westrud (2014), sí como procesos conductuales.  
  • Aceptación,  entendida como estar dispuesto  a tener pensamientos,  emociones y sensaciones físicas aunque estas sean desagradables.
  • Consciencia del momento presente.
  • Contacto con el yo como contexto.  Un yo que experimenta pensamientos, emociones y sensaciones, diferenciándolo de estas experiencias mismas.
  • Clarificación de valores o capacidad de identificar como querer estar en el mundo.
  • Acción comprometida o ser capaz de tomar decisiones en línea con los valores identificados.

Los seis señalados, vistos de una manera más global, pueden agruparse en dos: que los pacientes acepten los sentimientos y sentimientos desagradables que no pueden controlar y que, a la vez, se comprometan a actuar en dirección a una vida que realmente valoran. (Eifert, G. y Forsyth, J. 2005). 

  • Eifert, G. y Forsyth, J. (2005).  Acceptance & Commitment Therapy For Anxiety Disorders. A Practitioner’s Treatment Guide To Using Mindfulness, Acceptance, And Values-Based Behavior Change Strategies. Oakland, CA. New Harbinger.
  • Hayes, S. Strosahl, K Y Wilson, K. (2014). Terapia De Aceptación Y Compromiso. Proceso Y Práctica Del Cambio Consciente (Mindfulness). Bilbao. Desclée De Brouwer.
  • Westrup, D. (2014). Advanced Acceptance & Commitment Therapy. The Experienced Practitioner’s Guide To Optimizing Delivery. Oakland, CA. New Harbinger.

lunes, 6 de abril de 2015

¿QUÉ ES LA FELICIDAD?

Probablemente, si nos hacemos esta pregunta, aparezcan en nuestra mente muchas respuestas algo difusas: “esos momentos en los que nos sentimos bien”, “no estar mal”, “lograr lo que queremos”, etc.

El concepto de felicidad parece muy esquivo y, aunque casi todos tenemos claro que es lo que más deseamos para nosotros y nuestros seres queridos, no solemos tener muy claro en qué consiste.

La psicología se ha hecho cargo de la necesidad de definir a esta y, apoyándose en lo que pensadores de diferentes épocas ya habían planteado, en las últimas décadas han ofrecido respuesta a esta cuestión.

En primer lugar, se habla de bienestar humano; más de que de felicidad en sí misma. Este es dividido en otras dos formas que a continuación se describen brevemente: bienestar subjetivo o hedónico y bienestar psicológico o eudamónico.

El hedónico hace referencia al ligado a la experimentación de placeres o, dicho de otra manera, equilibrio entre emociones positivas y negativas. Se trataría pues, de esa felicidad que “nos vende continuamente la publicidad”.

Dentro de este tipo de bienestar también se incluye lo que se denomina satisfacción vital o valoración de “si la vida merece la pena”.

El otro tipo de bienestar, el eudamónico, estaría relacionado con la posesión y desarrollo de virtudes y los valores en los que estas se sustentan. Por tanto, aquí no se trataría de la experimentación de placeres, sino de vivir de manera coherente a estos.

Estos dos tipos de bienestar han sido agrupados por Seligman (2011), uno de los autores más reconocidos en este campo, en el modelo denominado PERMA, en inglés, PRISMA, en español (Tarragona, 2013). En resumen, este nos dice que el bienestar humano depende de estos factores:

  • P. Positividad o nivel aceptable de emociones positivas.
  • R. Relaciones interpersonales.
  • I. Involucrarse en aquello que conforma nuestra vida (trabajo, amigos, voluntariado, aficiones, etc.)
  • S. Sentido de experiencia o nivel de propósito que le damos a nuestra vida.
  • MA. Alcanzar metas relevantes.

SELIGMAN, M. E. (2011). Flourish: A visionary new understanding of happiness and wellbeing. New York, NY, USA: Free Press. (Trad. Esp. en Ediciones B: La vida que florece).
TARRAGONA, M. (2013). Psicología positiva y terapias constructivas: una buena combinación. Terapia Psicológica.