martes, 11 de agosto de 2015

CUANDO BUSCAR LA SOLUCIÓN ES EL PROBLEMA.

Cualquiera de nosotros, en nuestro día a día, usamos nuestro pensamiento constantemente. Este tiene una indudable utilidad práctica que nos permite desenvolvernos con éxito por medio de la resolución de ingentes problemas que se presentan en nuestras vidas: desde minúsculos dilemas como qué pantalón ponerte o qué tomar junto al café de la mañana, hasta otros mucho más trascendentes como escoger pareja o profesión. El enorme valor de la capacidad de este para mejorar nuestras vidas nos hace “estar enamorados de esta capacidad”; podría decirse que disfrutamos resolviendo cualquier problema y buscamos hacerlo continuamente.

Por desgracia, esa gran virtud de nuestro pensamiento puede tornarse en gran defecto cuando se utiliza en un contexto inadecuado. Así, al igual que es habitual el enfrentarnos de manera continua a numerosos problemas, también son normales las situaciones en las que no existe la solución que encontrar o, dicho de otra manera, el dilema a resolver. Es muy común enfrentarnos a cuestiones a las que “por muchas vueltas que les demos” no nos será posible encontrar nada que nos permita solventar la inquietud que nos crean: por ejemplo, cuando nos castigamos por aquello que hicimos tan mal o nos preocupamos por la desgracia que nos podrá pasar. Momentos en los que nuestra predisposición es a usar el pensamiento en la manera que más nos gusta, como herramienta de solución de problemas; logrando todo lo contario, enrocarnos en un viaje interminable que, en lugar de encontrar puntos de destino, solamente genera un camino cada vez más tortuoso e interminable.

Como dice esta famosa frase hecha, “al Cesar lo que es del Cesar”: cuando se ha de resolver algo, buscar la solución nos ayudará, cuando esto no es así, no buscar es la solución. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario